miércoles, 31 de agosto de 2011

El hombre y la comunicación.

Desde su aparición en el planeta, el hombre no ha hecho más que evolucionar en todos los aspectos. Y su capacidad de comunicarse no es la excepción.
Muchos son los estadios por los que el ser humano ha pasado hasta llegar a una posibilidad de comunicación sin límites.
O al menos eso parece…
La manera en la que hoy nos comunicamos, es realmente ilimitada? O la cantidad de medios que tenemos hoy al alcance de nuestra mano nos acercan en un punto, pero nos alejan en muchos otros?

Este es el gran interrogante que se plantea, cuando ponemos en un extremo a la generación de los jóvenes actuales y en el otro a la generación anterior, que vio transcurrir su juventud en una era sin mails, sin teléfonos celulares, sin redes sociales y sin esta nueva especie de comunicación que parece ya no necesitar del cara a cara o del escuchar la voz del otro para poder desarrollarse.

La gran velocidad con la que hoy se mueve el mundo, parece no dejar tiempo para aquel tipo de comunicación que comprometía a toda la persona en el acto de interactuar con el otro para darle información, para hacerle saber cómo se siente, para generar ideas y proyectos. Los jóvenes de hoy “chatean”, “mandan textos”, “mandan mails” para interactuar con sus pares.
Y si bien estos medios han permitido acortar distancias espaciales y temporales, pareciera también que han abierto un abismo entre los aspectos más humanos de la comunicación: Esta parece cada vez más codificada para máquinas que para personas.

Las ventajas de este nuevo estilo de comunicación, propiciada por la siempre en avance tecnología sin dudas son muchas.
Sin embargo no hay que perder de vista aspectos que cada vez se hacen más ausentes entre las personas, y sin los cuales la comunicación pareciera no ser plena y completa.

Aprendamos en qué medida esta forma de comunicarse es útil y ventajosa, y en cuál solo nos aleja más de las personas a las cuales parece ilusoriamente acercarnos.
Utilicemos estos nuevos medios que parece traer la juventud de hoy para comunicarse, sin perder de vista aquellos que utilizaban nuestros padres, y lleguemos a un punto medio en el que sea posible no perder el escucharse, el verse, el dialogar y el verdaderamente comunicarse, con todos los aspectos que este acto implica.

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